I. El lugar donde me rompí
Hay ciudades que no te habitan: te atraviesan.
Yo viví en una de esas.
Tenía avenidas amplias, cafés con nombres tristes, y una estación de metro donde lloré por primera vez sin esconderme.
No era bella, pero tenía algo que me llamaba como quien regresa a una herida para asegurarse de que aún sangra.
Caminaba por sus calles con una mezcla de pertenencia y exilio.
Era mi casa, pero también mi cárcel.
Y como todo lo que marca, no se olvida.
Solo se transforma en algo que ya no eres, pero que aún duele cuando lo recuerdas.
II. Cuando dejar un lugar es dejar una versión de ti
No me fui de esa ciudad solo con maletas: me llevé un corazón con grietas y una libreta a medio llenar.
También dejé cosas: una conversación pendiente, una canción que nunca dediqué, un número de taxi que aún recuerdo de memoria.
Con los meses, entendí que uno no solo deja ciudades:
deja versiones de sí mismo.
Y cuando vuelves —si vuelves— todo parece igual, pero tú ya no encajas en ningún banco, ni esquina, ni silencio.
Porque la ciudad ya no es lo que era.
Porque tú tampoco.
III. Los mapas emocionales no aparecen en Google
Ningún mapa te dice dónde lloraste, ni qué esquina huele a esa persona que se fue.
No hay señalizaciones para el bar donde escribiste tu primer poema ni advertencias en la calle donde te rompiste.
Esos lugares viven en una cartografía que solo uno entiende.
Una ciudad emocional hecha de latidos, gestos, canciones, pasos que no se repiten.
Y aunque el cuerpo se mude, esa ciudad sigue.
En un verso.
En una canción que suena por accidente.
En una fotografía mal enfocada.
IV. Postales de lo que fuimos
A veces veo imágenes de esa ciudad en redes o películas.
Y algo en el pecho me dice: yo estuve ahí, pero ya no estoy.
Y no sé si eso es nostalgia, duelo o liberación.
Quizá una mezcla de las tres.
Quizá la madurez es aprender a mirar sin quedarse.
Epílogo: La ciudad sigue… pero yo ya no
No escribo esto para volver.
Escribo para dejar.
Para nombrar el peso de un lugar que fue mío y ya no me pertenece.
Una ciudad que amé mal.
Una ciudad que me enseñó a irme.
Una ciudad que ya no soy.